Un sitio para escribir no es más que eso, un lugar. Los psicoescritores escriben aquello que se les ocurre. Sin censura alguna. Cualquier parecido con la realidad es tan solo pura coincidencia. La creatividad se estimula, no se prohíbe.

15.12.14

Setecientas sesenta y dos opciones


Jacob estaba de pie al borde del precipicio. Al final de éste, a unos treinta metros, podía ver algunos coches que circulaban a toda velocidad por la autopista. Dispuesto a lanzarse a una muerte segura oteó el horizonte, por donde la autopista se mezclaba con el cielo.

24.10.14

El origen de Jack (Parte 2)

Caminaba hacia el ascensor. Jack se había quedado atrás extrañado. Me detuve ante las metálicas puertas del ascensor y pulsé el botón de llamada. "Ding", sonó a su llegada. Descendí con personal de otras plantas los nueve pisos que me alejaban de la calle mientras buscaba en mi reproductor MiniDisc una canción que me llenara de euforia. en ese momento tenía la clara idea de lo que quería: algo de Yngwie, pero cuando ya iba por la segunda planta apareció Today I wanna die, de los Nx3. Se trataba de una maqueta mal hecha de un grupo de aquellos de garaje. Sublime. Salí del ascensor con una sonrisa indisimulable y me dirigí hacia la calle. Examiné el cielo ya que habían anunciado lluvias y caminé hacia el bar. No recordaba muy bien el camino así que me lo inventé.

27.2.14

El origen de Jack (Parte 1)

Cuando le conocí me cayó bien. Aquel holgazán era un tío feo, desagradable y sucio, aunque físicamente no lo pareciese.

22.7.13

Jack

Varios litros de cerveza más tarde recapacité. Pensé en una segunda opinión. Jack se estaba sirviendo una lata de Collins más. "¿Otra, Jack?", "Claro, ¿Por qué no?". Mi vaso ya estaba lleno de cerveza.

Juntos, aquella noche, habíamos visto algo de la filmografía de Jim Carrey. Desde Ace Ventura y terminando en El número 23. Sí, nos saltamos más de una. Bebíamos, reíamos y fumábamos. "Líatelo con una sola mano", sonreía Jack. Él siempre había estado a mi lado. Me amaba. Y yo a él. También le odiaba, en secreto. Y seguramente él a mí. 

Al día siguiente, justo al amanecer, Jack ya no estaba. Y yo extrañaba, y a la vez lamentaba, su ímpetu y su determinación. Cada mañana lo maldecía. Eso sí, en secreto. Mientras me cepillaba los dientes miraba en mi interior, a través de mis pupilas, tratando de hallar salida a aquel laberinto en el que Jack me había metido. Pero un ligero mareo me hacía volver al exterior demostrándome a mí mismo que Jack no era el culpable. Él solamente me otorgaba los mejores momentos, las mejores sensaciones y me dejaba disfrutarlas. Jack no tenía hogar, tampoco familia. Era una presencia ocasional. 

Esa misma tarde, mientras luchaba con un dolor de cabeza persistente, Jack apareció. No dijo nada pero su mirada cómplice y su sonrisa me pedían una cerveza. "Brindemos por nosotros, Jack", brindamos. Solamente había un vaso. Era suficiente para ambos. Eran las 18:35 cuando aquel bastardo del bufete de abogados llamó: "Señor Hidalgo, lamento informarle que su póliza no cubre ese tipo de delitos. Sin embargo le proporcionaremos un asesor que le ayudará en los trámites para obtener la defensa jurídica que sea necesaria", hijos de puta. Mis problemas no eran asunto de nadie. Ni siquiera de mi bufete de abogados. Jack alzó el vaso, "Que les den por el culo a todos", y bebió. Me hundí en el sofá buscando el confort que éste debía proporcionarme. No lo encontré. Volví a beber. "Véngate de todos. Róbales. Fóllatelos. Asesínalos", me sugirió Jack. 

"¿Cuál crees que es la peor película que podría ver ahora mismo?", le pregunté. "No lo sé...¿una de Kubrick?". Ante la duda cogí las llaves, la cartera y la cazadora y me fui al bar. Allí cualquier problema sería eclipsado por una pelea de drogadictos o una disputa entre seguidores de distintos equipos de fútbol. Eran las 23:52 cuando miré el reloj analógico del bar. Me dirigí al camarero con serenidad y le pedí una copa de cerveza de barril. Fui específico: "Una copa de Collins". Me senté en aquel incómodo taburete y, agarrando la copa, traté de mantener la compostura mientras seguía con la mirada el culo de aquella mujer que iba y venía. Cansado de mantener el equilibrio en aquel asiento me fui a una mesa. Tal y como me senté me volví a levantar para pedir otra copa: "Otra...y cóbreme". Volví a la mesa. 

Allí estaba Jack. Sentado ante mí girando su copa sobre su eje y mirándome con el ceño fruncido. Juzgándome. "¿Has mirado a esa borracha?", me preguntó. "Sí, tío...tiene un buen culo...", confesé. "Dile algo, es tuya", entonces la miré fijamente. Cualquier fantasía sexual era basura al lado de aquella silueta tambaleante con pantalones desgastados, pechos desordenados y mirada perdida. Ella iba y venía. Transportaba una copa medio llena y caminaba desde un tipo viejo y desaliñado hasta un macarra con aspecto hostil. "Venga, ¿a qué esperas?", me desafió Jack. 

Esperé pacientemente el momento en el que volviera a pasar por mi lado. Entretanto bebí. Al ver que ese momento no llegaba decidí salir a fumar. Bebí un trago más, dejé la copa y advertí al camarero de que iba a fumar. La miré descaradamente y abrí la puerta. Ella se percató y sin que me diese tiempo a reaccionar me siguió. Extraje mi paquete de tabaco de liar Walton Natural Blend y con los dedos tomé la cantidad justa para liar un cigarrillo. Lamí la goma del papel y encendí el extremo del cilindro alquitranado. Aspiré. Jack me miraba exhalando el humo. "Ahí viene", dijo. Ella salió, primero mirándome a mí, luego a su alrededor y finalmente al interior del bar. "¿Tienes fuego?", le di fuego.

Me disponía a hablar con ella cuando el macarra salió con sus ojos llenos de ira. Me intimidó. Agarró a la chica del pelo y la inclinó hacia atrás preguntándole que qué estaba haciendo. "Tío, no te quedes ahí como un gilipollas...", dijo Jack mientras tiraba la colilla. Sin poder evitarlo me metí donde no me llamaban. Jack ya no estaba ahí. No me dio tiempo a odiarle. Tan solo oí cómo se rompía el cristal de la puerta del bar. Luego sirenas. Luego un tipo diciendo que necesitaba puntos. Al día siguiente otra condena. Y Jack había desaparecido. En realidad nunca había estado allí.

22.6.13

¿Odio o impotencia?

Conocí a Isabel en el instituto. Siempre ha sido una tía guapa y con buen aspecto pero nunca fue un pibón. Además solía ser bastante antipática, en especial conmigo. Y fue tan estúpida que recuerdo como un éxito los días en los que la hice reír conmigo y no de mí. Siempre fui un gilipollas.

21.6.13

Amicus sine amicitia

¿Qué es la amistad? Hay definiciones y argumentos que determinan similares conceptos. Todos, dentro de lo humano, se basan en dos o más individuos que establecen una relación y todos, de un modo y otro, expresan un intercambio de intereses. Ambas partes dejan de ser amigos o no llegan a serlo cuando los intereses cambian aunque creamos que siguen siendo los mismos.

20.6.13

Inmortal

Me he preguntado tantas veces qué ocurre cuando a alguien se le lleva al límite que la cuestión ha dejado de ser una búsqueda de mi mismo para convertirse en un triste planteamiento con respuestas seudocientíficas o de superación personal. Pero el verdadero límite comprende cambios de actitud, acciones criminales, fugas o, sencillamente, el suicidio. ¿Y si todo fallase?

11.6.13

Cuenta atrás

Una hora.

El día de ayer murió. Mi vida debe de estar en las 23 horas. Tal vez me duerma antes. Soy un viejo que no tiene otra cosa que esperar. Voy a por una copa de vino.

10.6.13

El poder ubicuo

Era de día, cerca de las 15 horas y el Sol asaba las calles de una pequeña urbanización apartada de la gran ciudad. Las casas, separadas por vallas de madera de ébano, mostraban vivos jardines con piscina y lujosos vehículos. En una de aquellas casas lejos al alcance de cualquier mortal mediocre vivía Magdalena, una mujer de unos cincuenta años y con muy buen aspecto que presidía una mundialmente conocida marca de cosméticos. Compartía la vida con su marido Vitorio, cercano a los 60 años. Vitorio tenía el cargo de consejero en una entidad gubernamental que aparentemente no existía. Vivían bien, apartados de la realidad.

8.6.13

El cinéfilo

El gentío murmurando desordenadamente en la cola del cine. Era 1998 y algunos esperábamos ávidos para comprar nuestras entradas. Iba solo porque mi pareja me dejó un par de días atrás. Lena, que así se hacía llamar, era una tía más. Cualquiera en mi biografía. Casi insignificante de no ser por el estreno de aquella película tan trascendental: El Gran Lebowski, de los hermanos Coen.